He ido a Polonia. A su capital, Varsovia. Desde hacía ya un tiempo que la Europa del Este me estaba llamando bastante la atención. Debe ser porque mi periplo de seis años en Londres me ha permitido conocer a gente de esta parte del globo y su cultura me genera curiosidad. Si nunca has estado en la capital polaca, quédate y descubre Varsovia express con amigos.
No era la primera vez que visitaba esta parte del este de Europa, aunque sí la primera en Polonia. Ya de niña había viajado con mi familia a Praga, Viena y Budapest. Tres destinos a los que me encantaría volver y disfrutar desde otra perspectiva, ya que cuando fui era una adolescente que aborrecía los museos y las óperas, pero en cambio recuerdo que lo más emocionante de aquel viaje fue comerme un perrito caliente. No me juzguéis, ya he dicho que era una adolescente a la que le gustaba Orlando Bloom, Avril Lavigne, las galletas oreo y como es obvio, los perritos calientes.
Dejando a un lado este lapsus (todos tenemos un pasado), destacar que, aunque me siguen fascinando las salchichas, lo de Polonia fue un fin de semana pasadísimo por agua. Pero también por cervezas y por un descubrimiento absoluto por esta parte europea que definitivamente quiero seguir conociendo.
Polonia en un fin de semana
Lo de ir a Polonia así porque sí no fue casualidad, sino la ruleta rusa de Skyscanner de “a ver qué vuelo sale más barato”. Iba con una amiga con la que ya tengo una tradición de viajar en febrero. El año pasado tocó Oporto y éste Varsovia.
Yo volaba desde Madrid y mis vuelos fueron €120 ida y vuelta. Lourdes venía de Londres y ella consiguió vuelos más económicos (la mitad para ser sinceros, €60 pagó ella). Sigo reivindicando mi frustración con el aeropuerto Madrid-Barajas y sus elevadísimos precios.
Llegamos un jueves por la noche y nos dirigimos al hotel, ya sabéis cuál supongo… Sí, Hilton Varsovia. Un imponente edificio en la zona financiera de la ciudad, rodeada por otros skyscrapers en los que es difícil acertar dónde terminan y no porque sean altísimos, sino más bien por esa niebla crónica que envuelve la ciudad y que le otorga su encanto.
En mi cabeza Varsovia se presentaba como una ciudad de muchos parques, calles con edificios pintorescos con toques germánicos donde predominan las maderas y colores vivos y el río surcando la ciudad. Pero lo cierto es que no podemos obviar la historia de este país sacudido por la guerra y cuyos cimientos fueron derribados hasta dejar la ciudad en ruinas. Varsovia es una ciudad completamente nueva, reinventada y moderna.
Día 1 en Varsovia.
Nos despertamos después de un reponedor sueño de unas cinco horas. Acto seguido fuimos a por el también reponedor desayuno. Los buffets del hotel son mi más absoluta perdición. Y tienen salchichas.
Con el estómago lleno y contento, pusimos rumbo a descubrir la ciudad cubierta en esa niebla de la que os hablaba. Mi amiga, que necesitaba un finde de relax, reservó un masaje thai en un lugar llamado Chok Dee. Yo tras mi experiencia en Tailandia, puedo decir que las expectativas no eran altas, pero me lo gocé y me crujieron hasta los dedos de los pies.
Pusimos rumbo al Stare Miasto, que es como se conoce al centro histórico. Pequeñito, pero el único lugar donde aún se percibe la esencia de la vieja Varsovia. Visita imperdible al Palacio Real que cuenta con innumerables estancias, a cada cual más bonita que la anterior y con una decoración sublime que ríete tú de mi estudio en Madrid de 50 metros cuadrados (y siendo muy generosa con los m2).
Nosotras teníamos un cometido, o bueno dos. Quizá tres: comer pierogi, beber cerveza non stop y visitar todas y cada una de las tiendas de cosméticos que encontráramos a nuestro paso. Si ves mi extracto bancario el 50% lo gasté en comida y bebida y el otro 50% en cremas y maquillaje. Es lo que ocurre cuando viajas con Lourdes, tu asesora de belleza personal.
Hacía muy mal tiempo y bastante frío. Necesitábamos comida tradicional y calentita. Nos dirigimos al restaurante Zapiecek, al que ya le habíamos echado el ojo por redes. Obviamente pedimos pierogi, que es como un dumpling -empanadilla- típica. En este sitio tenían de todos los rellenos posibles, con carne, sin carne, con legumbres, patata, verduras… Para acompañar pedimos una especie de gnocchis de patata con salsa y una especie de croquetones, unos de queso y otros de carne. Cerveza y a volar.
No llevábamos ni 24 horas en la ciudad y ya habíamos engordado lo menos 3 kilos. Las horas posteriores las dedicamos a pasear, visitar galerías de arte, las ya mencionadas tiendas de cosméticos y acabamos en un coqueto café inspirado en Harry Potter llamado Espresso Patronum. Me encanta la originalidad del nombre. Pero para original sus bebidas y sus dulces. Desde la típica cerveza de mantequilla y mockteles con purpurina, hasta pasteles con forma del sobrero seleccionador, tartas de calabaza y cookies. Yo me pedí una manzanilla. Sí, pa’original yo.
Como llovía de lo lindo, decidimos refugiarnos en el hotel y tomarnos un par de vinos en el executive lounge. Ya más hacia la noche, quisimos descubrir la oferta de nightlife y regresamos al Stare Miasto donde terminamos la noche tomado una cerveza tras otra en un garito con mesa de villar y conciertos en directo.
Día 2 en Varsovia
Empezamos el día cortándonos con el buffet del desayuno y con una buena caminata desde el hotel hasta el barrio judío de Varsovia. Nuestro objetivo: llegar al Palacio de la Cultura y las Ciencias o cómo nosotras lo bautizamos cariñosamente “La Giralda de Varsovia”. Ojú, como se parecía, a la foto me remito.
En nuestra andadura, encontramos edificios modernos y otros más clásicos. El tranvía que cruza la ciudad, graffitis, y esa niebla que vayas a donde vayas está siempre presente. Hicimos un coffee break en un bistró situado en la calle Prozna. Este sitio se llama Charlotte Tea y ahí probamos el Chalka, un bollito kosher delicioso.
Visitamos también la zona universitaria y terminamos en Elektrownia, un mercado ubicado cerca del río Vistula y que nos encantó. Contaba con una planta entera dedicada al “beauty” y tiendas vintage donde yo casi me compro una bomber clásica, de éstas de forro naranja.
Como nos apetecía comer algo tradicional, tiramos para otro barrio llamado Srodmiescie. Nos sentamos en un restaurante llamado U Szwejka porque Lourdes tenía antojo de schnitzel y sopa. El schnitzel no es polish, más bien de Viena o Alemania, pero también se ha convertido en plato estrella en la capital polaca. La camarera incluso nos invitó a un par de licores polacos que definitivamente nos hicieron entrar en calor.
En Varsovia hay muchos mercados de carácter industrial, como el mencionado antes o al que fuimos también después del schnitzel, Fabryka Norblina. Aquí puedes encontrar un montón de opciones de restauración y un pub especializado en cervezas (tienen muchísimas opciones).
Por último, para acabar nuestro segundo día en Varsovia, quisimos deleitarnos con las vistas infinitas de la ciudad de noche desde unas de sus azoteas. Elegimos The Roof SkyBar del hotel Crown Plaza Warsaw the Hub. Un lugar bastante de postureo con tapitas muy selectas y DJ en directo.
Otras cosas qué hacer en Varsovia
La verdad es que el finde se nos pasó volando. La sensación fue de estar comiendo y bebiendo casi todo el rato. El tiempo no acompañaba, por lo que las visitas culturales tuvieron que ser canceladas. Nos quedamos con las ganas de visitar el Roof Garden de la universidad. Un impresionante espacio verde donde predominan los callejones cubiertos por enredaderas, laderas que recuerdan a Hobbitown y vistas al río. En un día soleado es visita imperdible.
Lazienki Palace es otro lugar al que teníamos pensado ir pues sus jardines son también dignos de ver. La visita la tuvimos que cancelar no solo por la lluvia, sino porque cerraban muy pronto (a las cinco de la tarde) y fue un detalle que no tuvimos en cuenta. El interior de sus palacios son lo que yo llamo un caos armonioso. Todas las estancias se encuentran plagadas de arte, tapices, cuadros y estatuas. Es evidente esa majestuosidad digna de los grandes palacios europeos. Éste en especial me recordaba al de la emperatriz Sisi de Viena.
Otros parques que hay por la ciudad son Park Praski y Saxon Garden.
Por último, si se cuenta con un poco más de tiempo, se podría considerar la excursión de un día a la ciudad de Cracovia, Se tarda unas dos horas y media en tren y cuesta 13 euros. Cracovia es una ciudad bastante alternativa y con muchas opciones de ocio.
Otra excursión típica, aunque no de mi interés, ya que en esta ocasión nosotras buscábamos algo de ambiente relajado y disfrutar del ocio, sería la visita del campo de concentración de Auschwitz que se encuentra muy cerca de Cracovia, pero eso sí, hay que ir bastante preparado pues su historia como bien sabéis, es sobrecogedora.
Polonia es un país fascinante con personalidad propia y se plantean innumerables rutas e itinerarios. Aquí te propongo el mío, perfecto para un fin de semana con amigas o incluso un viaje que también se puede hacer en pareja o familia . Un desino para todos los públicos según el enfoque que le des. Seguro que no te decepciona.