El aniversario de Bob Marley (6 de febrero) no dura un día, sino todo el mes entero. Aprovechando que para los isleños este acontecimiento es un día importante marcado en el calendario y coincidiendo que tenía dos días libres decidí irme a Negril con un amigo. La mejor decisión de la historia, aunque me arruiné un poco el bolsillo.

Negril no es Jamaica. Quiero empezar por ahí. O sea, es Jamaica pero no lo parece por el hecho de la gran cantidad de turistas que hay en la zona. Sea el mes que sea, la estación que sea, la hora que sea, levantes la piedra que sea, te encuentras con un turista.

Negril es un cuento aparte, la ciudad más turística de la isla, cada noche una fiesta y por las mañanas 11 kilómetros de playa con bares, restaurantes, tiendas y demás ocio playero. Es por este motivo que los precios son más altos y yo que estoy acostumbrada a pagar en mi pequeña Ochi por coger un taxi 120 dólares jamaicanos (0,70 céntimos de euro) me creía que el taxista me estaba timando cuando me pedía 500 (3,20 euros).

Yo prefiero moverme entre arenas locales y sumergirme en la autenticidad propia de la isla, pero he de decir que me divertí mucho porque la ciudad está viva las 24 horas del día. En realidad el pretexto para ir a Negril fue el concierto del artista jamaicano Sizzla Kalonji que actuaba en el Bob Marley Birthday Bash Festival, que se celebra todos los años en la Seven Mile, la playa más larga de la isla.

Para llegar hasta Negril la mejor opción es Knutsford Express que es un autobús que recorre la costa norte desde Kingston, pasando por Port Antonio, Ocho Ríos, Falmouth, Montego Bay y  finalmente Negril. De Ocho Ríos a Negril el precio son 2,700 dólares jamaicanos (17 euros) y tarda unas dos horas en llegar.

Hay cosas que solo pueden pasar en Jamaica, de eso estoy segura: por ahora he visto cosas muy bomboclat. A una tía caminando desnuda por la calle (ole sus ovarios), un sábado noche jugando al bingo (apostando con piedras) con completos desconocidos o asistir al concierto de Sizzla con barra libre de marihuana. Este video que cuelgo a continuación no tiene desperdicio. Pero esto es Jamaica y yo la quiero tal como es.

Fui a Negril para dos días con mi amigo Dani (asturiano perdido por Jamaica, como yo). Cada uno reservó su habitación en una guest house que booking.com nos pintó muy barata y limpia (esto es lo más importante, si no hay amenities o si las sábanas no van a juego con las cortinas no importa).

Llegamos al lugar y nuestras reservas se habían cancelado misteriosamente así que nos cambiaron de guest house con una única habitación disponible por lo que tuvimos que compartir durante dos días una cama en la que a mí se me salían los pies (mi altura es 1’60, el dato es importante). A pesar del hacinamiento en cama, el lugar es encantador, lo regentan dos mujeres de procedencia india y fueron buenas anfitrionas (el sitio en cuestión es Natalie’s Rooms y pagamos 40 dólares por dos noches).

Me gustó el sitio porque para tratarse de Negril es económico y la zona es muy alegre, muchos bares alrededor y el famoso Rick’s Café a solo cinco minutos andando. Los locales que viven alrededor son gente muy social, muy acostumbrados a tratar con turistas y los taxis circulan durante todo el día por la zona. La ciudad también está muy cerca, a cinco minutos en route taxi. Y la playa…

Yo soy de las que se ponen los cascos y echan a andar sin rumbo ni dirección y para mí la Seven Mile fue un magnífico regalo. Siete millas u once kilómetros de playa ante mis pies. No la recorrí entera porque me entró hambre, pero estuve a punto. Además es el agua más azul que he visto en toda Jamaica con bares y restaurantes de todo tipo donde comer Jerk Chicken, pollo frito, Akee, pescado fresco o el típico sándwich mixto de toda la vida. Ojo al dato con los pancakes. Me hice muy fan, fue el desayuno estrella durante mi estancia en Negril.

Otro lugar del que había escuchado hablar mucho y que me habían recomendado visitar es el Rick’s Café, famoso por estar situado en lo alto de unos acantilados desde los que te puedes lanzar al mar. No solo por eso es famoso, sino también por sus atardeceres, de los más bonitos que hay en Jamaica. El lugar es perfecto para ir por la tarde cuando la música suena, la cerveza está fría y el sol se pone.

Y el ocio nocturno, poco o nada tiene que ver que coincidiera con el cumpleaños de Bob Marley (aunque gracias a ello pude asistir al concierto de Sizzla), pero con tributo al dios del reggae o no, la fiesta en Negril está asegurada.

Fue una estancia breve pero instensa, de esas en las que te subes al autobús y te quedas grogui. Negril es el Ibiza español, por su turismo de playa, sus tiendecitas bohemias, por sus fiestas nocturnas y sí, también por sus precios.

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