Tengo un nuevo lugar favorito en el mundo y se llama Costa de la Luz, en Andalucía. Los amantes de la playas y de los pueblitos bonitos no pueden perderse este road trip que incluyen paradas obligatorias en Tarifa, Vejer de la Frontera y Zahara de los Atunes.
Primer viaje oficial post-pandemia.
Cuatro amigas vacunadas (o semi vacunadas) con ganas de playa y de exiliarse al sur en un recorrido de ocho horas por carretera. Sumamos más de 2000 km en un Ford Fiesta de alquiler, con seguro a todo riesgo, por si las moscas.
Bikinis y mascarillas que no falten en una maleta de viaje que al final se llena de “por si acasos”. Nuestra maleta de la vida también se ha llenado de risas y de paciencia, porque no siempre es fácil ponerse de acuerdo. El móvil a reventar de fotos, porque somos “influmierders” y nos gusta posar, aunque no sepamos.
Hemos comido atún y ensaladas del Lidl. Cambios drásticos de última hora. Zapatos rotos. Arena de playa por todas partes. Flamenco en vivo. Imanes de nevera. Chicos guapos. Bizums a tutiplén. Esto solo son algunas pinceladas de nuestro viaje de seis días que empezó en Valencia, siguió por Benalmádena, Tarifa, Vejer de la Frontera, Zahara de los Atunes y Marbella. Para hacer bien el amor hay que venir al sur.
Benalmádena – Málaga
Empezamos a planear nuestro viaje y como adhesión de última hora entró en ruta Benalmádena. Un pueblo que nos sonaba, pero que jamás se hubiera cruzado en nuestro camino si mi amiga Lourdes, gaditana de nacimiento y corazón, no nos hubiera recomendado.
Salimos bien prontito de Valencia, después de repostar, a nosotras con tostadas y café cargado, y al coche, con gasolina y no gasoil. Seis horas de carretera con La Rosalía cantándonos al oído.
Nos alojamos en el Hotel Serramar, ubicado en Arroyo de la Miel, en Benalmádena. Siempre buscamos opciones económicas y este hotel fue un acierto tanto por su ubicación (muy cerca de la playa), como por el precio: una noche 130 euros entre cuatro personas.
Visitamos el Puerto de Benalmádena donde barcos, restaurantes y tiendecitas captan la atención del visitante. Por fin, la tan ansiada cervecita que anunciaba el principio de la aventura.
La cerveza abrió el apetito pero antes quisimos curiosear y andamos por el paseo, a orillas del mar, hasta topar con un restaurante que jamás olvidaré por sus patatas bravas rancias pero su sandwich mixto de categoría superior. No se puede tenerlo todo en esta vida.
Al día siguiente proseguimos nuestra ruta, no sin antes parar obligatoriamente en el pueblo de Benalmádena, un lugar lleno de de macetas floreadas. Su castillo de Colomares, tributo a Cristobal Colón, también es digno de mención por su arquitectura que mezcla diferentes influencias y que incluye una pagoda china que representaba la ambición de Colón por alcanzar las costas de Asia.
Tarifa
No sé si fue por el hambre o porque un taxista muy majete de Benalmádena nos lo recomendó. Pero el bocadillo de atún que nos comimos en el Mirador del Estrecho, o Mirador de Palomares, entre Algecidas y Tarifa, nos supo a gloria bendita. Este mirador, ubicado en una carretera sin fin, tiene vistas a África que te hacen sentir entre dos mundos.
En Tarifa nos alojamos en el Hostal Alameda, ubicado en todo el meollo del pueblo. A un lado, el mar y sus chiringuitos; al otro, el puerto y sus ferrys a Tánger; al otro, el centro urbano plagado de restaurantes exquisitos y tiendas bohemias donde pecamos varias veces. El hotel salió a 800 euros cuatro noches, o sea, 200 euros por persona.
Topamos con una tienda-galería que nos encandiló. Pinturas hechas con un surrealismo abismal de la mano de la artista Neila Pascual que trasporta a la vida andaluza, a su costa y costumbres flamencas. Versos de Neruda y apuntes literarios complementan el arte en las acuarelas, óleos y postales.
Pero para arte, el de El Lola. Un restaurante con hora y media de espera para sentarse a cenar. No nos sorprendió tras probar esa tortilla de patata, que sin lugar a dudas necesitaba más pan y así se lo pedimos al camarero. Un poco de jamón serrano, mini hamburguesas y tartar de atún para empezar a ganar cuerpo y kilitos viajeros. Vino blanco fresquito aunque terminamos poniéndonos la chaqueta, porque en esta costa el viento de Levante a veces refresca.
La Playa Chica, con vista a las ruinas del Castillo de Santa Catalina, fue testigo de nuestras ganas de playa. Agua cristalina y arena brillante. En la Playa de los Lances, inmensa, también nos detuvimos a tomar una cerveza bien fría en el chiringuito Waikiki, de ambiente surfero. Recomendada también la Playa de Valdevaqueros, donde se encuentra el famoso chiringuito El Tumbao y es una playa excelente para la práctica del kitesurf.
Tarifa y Covid plantean un reto a la hora de encontrar reservas en restaurantes, por lo que las colas de espera eran de más de una hora y había lugares por los que no nos atrevíamos a meternos debido a la masificación. Pero disfrutamos de veladas fantásticas en otros restaurantes como La Caracola o Mesón Siglo XIX.
Vejer de la Frontera
Este lugar es obligadísimo si se visita la Costa de la Luz. Nos gustó tanto, que fuimos dos veces.
Se trata de uno de esos pueblos bonitos en los que te sientes en la obligación de fotografiarlo todo. Su plaza, la Plaza de España, es una de las más impresionantes y que parece un oasis en el mismísimo desierto.
Desde la carretera, el pueblo parece una montaña blanca que te deja boquiabierto. Sus habitantes tienen la obligación y responsabilidad de mantener ese blanco impoluto de las casas. Nuestro Forfi se las vio canutas para subir las cuestas del pueblo, y para qué engañarnos, nosotras también, sobre todo los zapatos de mi amiga Yas, los cuáles se rompieron y tuvimos que patearnos el pueblo entero bajo un sol de justicia para encontrar una zapatería y comprar unos nuevos.
Especial recomendación El Jardín del Califa y La Casa del Califa, restaurante y hotel, ubicados uno al lado del otro. Un lugar exquisito con vistas panorámicas e infinitas, tanto al pueblo de Vejer, como a su lejanía. Sabores y olores del Oriente Medio. Jardines de las Mil y Una Noches. Inspirado en la época en la que gobernaron los árabes hace más de 700 años.
La Playa del Palmar, en Vejer, también tiene innumerables chiringuitos a los que trasladarse cuando uno ya se ha cansado de tanta playa. Aunque es cierto, que estos lugares requieren de outfits no tan playeros, pero más elegantes. El Dorado, mi favorito, en el que cada día de la semana ofrecen un espectáculo flamenco. El Manzanita, el Capuyo de Jerez o Funk You, entre otros. No aceptan reservas. Nosotras para asegurarnos una mesa pagamos un reservado que cuesta 150 euros, la mejor opción si no se quiere hacer la cola o quedarse sin espectáculo flamenco.
Para concluir nuestro viaje de seis días, decidimos pasar un día de playa en la Playa de los Alemanes en Zahara de los Atunes. Un inmenso arenal de aguas bravas. Sorprendida me quedé de las pedazo de olas en todas y cada una de las playas que pisamos. La fiereza del Atlántico.
En nuestra vuelta a casa, también nos detuvimos en Puerto Banús, un sitio perfecto si lo que quieres es ver Ferraris, yates de importantes jeques árabes, famoseo y tiendas de marca. Nosotras, que somos muy del postureo, fuimos a ver el puerto, a pasearnos por las tiendas, a hacernos un par de fotos y para acabar nuestro viaje con estilo, nos comimos un delicioso McMenú en el McDonalds.